Lorenzo Maria Pacini

Por qué es necesario reorganizar el Heartland

Partamos de la base de que el escenario multipolar del mundo es algo ya desencadenado y fáctico, pero que requiere una organización a medida que se define progresivamente. Se trata de un proceso en el que nos encontramos, no de un paso "formal" -por mucho que geopolíticamente hablemos de formalismo geográfico- y, por tanto, a considerar a medida que se desarrolla.

Un primer enfoque posible es el del Heartland, el Corazón de la Tierra, que Halford Mackinder nunca dejó de recordarnos que es el eje geográfico de la Historia, es decir, necesario para fijar el plano cartesiano de la existencia humana.

Empecemos pues por centrarnos en aquellos vectores principales de la actividad geopolítica que mejorarían cualitativamente el potencial global del Heartland, del que depende la existencia o no de un mundo multipolar. Se trata de una reorganización estratégica del espacio que rodea a Rusia por todos lados, con el objetivo de:

  • Reequilibrar la presencia militar en los cinco dominios (tierra, agua, aire, espacio, infosfera) del bloque atlántico;
  • Fomentar el desarrollo de sistemas sociales diferentes de los occidentalocéntricos;
  • Favorecer el desarrollo de sistemas geoeconómicos y financieros ajenos a las plataformas controladas por Occidente (en particular Estados Unidos, Reino Unido, Israel y Arabia Saudí);
  • Fortalecer a los actores y promotores del multipolarismo;
  • Permitir a los países del Heartland, en primer lugar por tanto a Rusia, tener acceso directo a los puntos de contacto con el Rimland y el Sealand, y por tanto a puertos, mares cálidos y no sólo fríos, recursos, posiciones estratégicas.

Como también ha demostrado la diplomacia rusa en varias ocasiones, sobre todo desde el inicio de la Operación Militar Especial, el Heartland debe consolidarse, acumular recursos, movilizar las estructuras sociales y pasar a una fase de mayor actividad geopolítica o, mejor dicho, de mayor especificidad geopolítica. Todo ello exige un intenso trabajo político y requiere un tipo de movilización geopolítica, que ha requerido una cuidadosa revisión de instrumentos, recursos y ventajas potenciales en los años precedentes, sin llamar excesivamente la atención al menos durante el periodo de desarrollo inercial. Es en este sentido en el que pueden leerse los pasos diplomáticos dados por Rusia en los últimos años: una revisión de sus actividades con vistas a asegurar puntos estables con los Estados de la órbita euroasiática, contando con la proximidad etnosociológica y el interés compartido por liberarse de la órbita angloamericana. En este caso, se requiere un cálculo completamente diferente para que surja un conjunto de posibilidades completamente distinto.

El inicio de la construcción de un mundo multipolar pasa necesariamente por un cambio en la conciencia de la élite política rusa, su apertura a un horizonte geopolítico continental y planetario, su toma de conciencia de su responsabilidad sobre el destino del espacio social, político, económico e histórico que se le ha confiado. Por otra parte, el globalismo y la construcción de un mundo unipolar alimentan metódicamente la educación de varias generaciones de la élite estadounidense, europea y mundial en clave atlantista (a través de clubes privados, logias, organizaciones de expertos, gremios intelectuales, instituciones educativas especializadas, etc.), que incluye, entre otras cosas, un estudio mínimo obligatorio de geopolítica y otras disciplinas complementarias. Del mismo modo, pues, la creación de un mundo multipolar y la reorganización del Heartland deben prever un impulso geopolítico renovado y la educación de los cuadros dirigentes de los países implicados en el proceso, y en esto Rusia ha demostrado, al menos parcialmente, que ha logrado intensificar la educación geopolítica (que en tiempos de la URSS se consideraba capciosa y subversiva), para configurar una línea que está demostrando, hasta la fecha, ser suficientemente estable en la gestión multilateral de un contexto estratégico internacional. Tomando prestado lo que el filósofo ruso Aleksandr Dugin ya había señalado en varias ocasiones, la élite rusa debe tomar conciencia de que es la élite de todo el Heartland, empezando a pensar a escala euroasiática y no sólo a escala nacional. Esta transición no ha sido automática sino el resultado de un proceso educativo, si tenemos en cuenta que hasta hace pocos años (quizás meses) se temía, no sin cierta ironía, un posible ingreso de la Federación Rusa en la OTAN. Está claro que sólo una clase dirigente adecuadamente preparada desde el punto de vista geopolítico ha sido -y será- capaz de lograr la movilización geopolítica necesaria y de llevar a cabo eficazmente una política activa de reestructuración de todo el espacio euroasiático, con el fin de construir un mundo multipolar y, lo que es más complicado, protegerlo.

Una mirada a la estrategia del corazón occidental

Consideremos ahora los parámetros generales de cómo se está produciendo y debería seguir produciéndose el renacimiento del Heartland, en las direcciones principales de la vía de construcción del mundo multipolar, empezando por Occidente.

El primer punto, fundamental, es el modelo sobre el que se construyen las relaciones entre Rusia y Estados Unidos. La situación creada por la escalada militar de la OME, que todos sabemos que fue el resultado de un largo proceso y no un acontecimiento único y aislado, no excluye a priori la posibilidad de un nuevo equilibrio, precisamente a través de la diplomacia de entreguerras (la que ya está teniendo lugar) y de la diplomacia de posguerra. Lo que podría surgir, y lo que sería geopolíticamente conveniente para todo el Heartland, es la independencia de la administración estadounidense y de los puntos de vista personales, políticos y culturales afines de Estados Unidos. Si, de hecho, EEUU no puede evitar pensar y actuar a su manera, porque éste es el vector constante de su estrategia planetaria (empezando por Woodrow Wilson), la única que ha garantizado resultados convincentes y ha llevado a EEUU cerca del dominio mundial, y por lo tanto no puede haber razones ni argumentos capaces de obligar a Estados Unidos a abandonar la hegemonía mundial y la construcción de un mundo global, sin embargo es cierto que una derrota militar redibujaría considerablemente no sólo las geografías de las fronteras, sino aún más la del Lebensraum, del espacio vital geopolítico de los Estados europeos, que limitan directamente con el Heartland y sobre todo con Rusia.

A nivel de escuelas de pensamiento, para EEUU cualquier otra postura hacia el Heartland, que no sea la de ser feroz y sistemáticamente hostil, se considera simplemente irresponsable y estúpida: todo lo que EEUU defiende en el área del continente euroasiático se opone directamente a los intereses estratégicos del Heartland y a la construcción de un mundo multipolar. Esta visión opuesta de la organización del espacio político de Eurasia es un axioma absoluto, que no admite excepciones ni matices. Estados Unidos quiere que Eurasia y el equilibrio de poder en ella se correspondan lo más posible con el unipolarismo y la globalización.

El Heartland en su conjunto, sin embargo, tiene la visión exactamente opuesta, que los dirigentes rusos están demostrando haber comprendido, haciéndose líderes de un conflicto que militarmente implica a unas pocas potencias, pero que geoeconómicamente en el espacio de unos pocos meses ha trastocado por completo el equilibrio de poder internacional.

Sin embargo, la asimetría actual entre los países euroasiáticos y el bloque atlántico es tal que, en mi opinión, no permite un choque directo entre potencias, entre tierra y mar, al menos no de la forma clásica que cabría esperar. La hibridación de la guerra conlleva la necesidad de mayores interacciones, al mismo tiempo que la incapacidad estratégica y económica de Rusia por sí sola para implicarse en un conflicto mundial, algo que ni siquiera en los tiempos de la Unión Soviética hubiera sido posible. Así pues, los países vitivinícolas entran en juego.

Desde hace varios años, y a pesar de que se lo ha pensado mejor, Rusia está estratégicamente interesada en que no haya presencia estadounidense ni de la OTAN en el espacio postsoviético, mientras que a Estados Unidos le interesa exactamente lo contrario; Rusia quiere tener relaciones directas de asociación con sus vecinos de Europa del Este (los países del antiguo bloque socialista), Estados Unidos considera esta zona como de influencia primaria, como un cordón sanitario que impide a Moscú acercarse a la UE; Rusia quiere construir un modelo de integración con Ucrania y Bielorrusia, Estados Unidos apoyó la revolución de color en Kiev y el conflicto en Donbás. Es evidente que Rusia tiene todo el interés en mantener fuertes contactos con las grandes potencias de la Europa continental (Alemania, Francia, Italia), especialmente en el ámbito de la cooperación energética, intentando la continuación de lo que ya se ha aplicado con los dos proyectos Nord Stream y que aún continúa hoy, a pesar de las amenazas de guerra y de la entrada de hecho de esos países en el conflicto ucraniano; Estados Unidos, a través de su influencia en los países de Europa del Este y en ciertos círculos políticos de la Unión Europea (euro-atlantistas), sabotea estos contactos de todas las formas posibles, obstaculiza los proyectos, cuestiona constantemente los trazados de los gasoductos e incluso intenta legislar para legitimar la intervención militar en caso de situaciones energéticas conflictivas, refiriéndose, por supuesto, principalmente a los suministros procedentes de Rusia.

La eficacia de las relaciones ruso-estadounidenses por ambas partes se mide exactamente al revés: el éxito de Rusia en las relaciones con Estados Unidos se mide por lo bien que Moscú consigue reforzar la posición del Heartland; los éxitos de Estados Unidos se interpretan exactamente al revés, es decir, por lo bien que consiguen debilitarlo. Es difícil, por tanto, pensar en una posible resolución, mientras que es más probable el empuje, por ambas partes, hacia la aceptación de un nuevo equilibrio, de un statu quo de las cosas suficientemente conveniente para las partes contendientes.

En lo que respecta a Europa, que es el verdadero sacrificio del conflicto aún presente, existe un modelo completamente distinto al de la Unión Europea: en la versión ampliada de la teoría desarrollada por Mackinder en 1919, además de Rusia, el autor incluye el territorio de Alemania y Europa Central. Europa tiene una fuerte tradición continental, una identidad continental con una amplia variedad de expresiones culturales, sociales y políticas, claramente visibles en la política de países como Francia y Alemania, en menor medida en la política de Italia y España. El desarrollo de una asociación estratégica con este núcleo de Europa es una prioridad para Rusia, ya que sobre su base puede tomar forma el multipolarismo[1].  Una prioridad que ha venido a aumentar con el inicio del OME, siendo Italia en particular extremadamente sensible desde el punto de vista estratégico en vista de la evidente extensión global del conflicto. No en casa, y muy probablemente ya en diseño a la vista de lo que estamos viviendo ahora, el liderazgo europeo liderado por el Reino Unido y Estados Unidos siempre ha presionado para asegurar el Rimland como cordón de seguridad a la expansión de Rusia, con el objetivo de expandirse hacia el este (implementado con la OTAN dentro de un par de décadas) para rodear todo el Heartland tanto como sea posible.

Esto es exactamente lo que Mackinder hipotetizó sobre el camino hacia la dominación mundial: "Quien controla Europa Oriental, controla el Heartland; quien controla el Heartland, controla la Isla Mundial; quien gobierna la Isla Mundial, gobierna el Mundo"[2].

Con una mirada concreta a la política nacional de los Estados europeos, es difícil pensar en una posible ruptura con la hegemonía de ultramar. Los jefes de Estado europeos tienen una mayoría antirrusa y aplican políticas beligerantes y agresivas hacia todo el Heartland (como también lo son hacia los países de la antigua URSS), lo que supone un cierre preventivo y a largo plazo. La falta de soberanía nacional desempeña, sin lugar a dudas, un papel central en este aspecto geopolítico.

Dos posibilidades resultan interesantes en este punto. En lo que respecta a Europa Oriental, Rusia puede presentar un proyecto constructivo, que puede denominarse la Gran Europa Oriental: debería basarse en las características históricas, culturales, étnicas y religiosas de las sociedades de Europa Oriental, pero entrando en el curso de la historia de Europa Occidental, sus grupos étnicos eslavos y sus sociedades ortodoxas han quedado en la periferia, privados de consideración legítima y, en última instancia, han tenido poca influencia en el desarrollo de un paradigma social, cultural y político común dentro de Europa Occidental. Las culturas eslava y ortodoxa diferían significativamente de las sociedades romano-germánicas y católico-protestantes, lo que permitiría no poca simpatía y cohesión antropológica y religiosa. Si Europa Occidental interpretó históricamente estas diferencias a favor de la superioridad de la cultura romano-germánica sobre la eslava y del catolicismo sobre la ortodoxia, en el marco de un enfoque multipolar todo parece diferente y la identidad de los países y pueblos de Europa Oriental se afirma como un fenómeno sociológico y cultural independiente de valor intrínseco. La Gran Europa del Este puede incluir tanto al círculo eslavo (polacos, búlgaros, eslovacos, checos, serbios, croatas, eslovenos, macedonios, bosnios y serbios musulmanes), como a pequeños grupos étnicos (como los serbios lusos) y a los ortodoxos (búlgaros, serbios, macedonios, pero al mismo tiempo rumanos y griegos). Los únicos pueblos de Europa del Este que no entran en la definición de eslavos u ortodoxos son los húngaros, pero no hay que olvidar su origen euroasiático y estepario, común a otros pueblos fino-úgricos, la gran mayoría de los cuales viven en el Heartland y tienen un marcado carácter cultural euroasiático. La Gran Europa Oriental podría convertirse en un gran espacio independiente en el marco de una Europa unida. Desde el punto de vista del Heartland, ésta sería la mejor opción.

Una segunda opción, quizás concretamente más larga de realizar, es la del desprendimiento del bloque europeo del control colonial angloamericano, del Seapower, para afirmar una geopolítica eurocéntrica, independiente, soberana, para una Europa de los pueblos europeos, mayoritariamente telurocráticos. El análisis de esta segunda opción merece un estudio dedicado; cabe señalar, sin embargo, algunas dificultades objetivas en la viabilidad de esta opción, al menos a corto plazo: el eurocentrismo requiere una educación eurocéntrica, elemento prácticamente ausente en las escuelas políticas, geopolíticas y sobre todo militares. Lo que falta, es decir, son élites políticas y financieras capaces de afirmar el imperativo identitario, además en un contexto multipolar, ideológicamente más bello, pero diplomática y estratégicamente mucho más complejo; luego está la necesidad de formar a los pueblos, a los ciudadanos, un proceso que significa desempoderar a naciones enteras de casi un siglo de control hegemónico, una reprogramación que no es nada rápida y que ni siquiera es seguro que tenga éxito. Una Europa europea, por hacer un juego de palabras, sería sin duda más acorde con un mundo multipolar y también más ventajosa para el propio Heartland, en un polo no ruso-céntrico pero auténticamente independiente y equilibrado en la interacción.

NOTAS

[1] En el momento de la invasión unilateral de Irak, que no fue aprobada por la coalición del Consejo de Seguridad de la ONU (EE.UU. y Reino Unido) en 2001, el perfil de la alianza continental ruso-europea tomó forma en el eje París-Berlín-Moscú, cuando los tres presidentes de estos países (Chirac, Schroeder y Putin) condenaron conjuntamente las acciones de Washington y Londres, expresando así los intereses establecidos del Heartland en su interpretación más amplia (Rusia + Europa continental). Esto provocó casi el pánico en EE.UU. una vez que se dieron cuenta de cómo podía acabar para la hegemonía mundial estadounidense si se profundizaba y continuaba dicha alianza, por lo que tomaron la decisión de desmantelarla por todos los medios.

 

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