"Un ejército sin espías es como un hombre sin ojos y sin oídos"
Chia Lin, citado por el maestro Sun Tzu en "El arte de la guerra"
Jose J. Cuevas Muela
El concepto de geopolítica acuñado por Rudolf Kjellen en 1916 resuena cada vez más en los diferentes medios informativos y ocupa un lugar central en las nuevas publicaciones literarias, inclinándose ambos campos en la cuestión de la guerra que acontece en Ucrania, que ahora parece ser lo único que nos preocupa en el decadente mundo occidental.
Diariamente vemos a sujetos con pomposos carteles o categorizaciones de “especialista” que invitan a programas televisivos, periódicos de renombre y radios de gran difusión para repetir una opinión ya preestablecida por la prensa oficial, siguiendo los dictámenes expedidos por la OTAN y EEUU para los países de la Unión Europea. En sus bochornosas intervenciones —alegando haber estudiado la situación— hacen uso de ciertos conceptos algo enrevesados para dar credibilidad a los disparates propagandísticos vertidos, y así revestir sus patochadas con vocabulario prácticamente desconocido para quien no está familiarizado con el campo de la geopolítica. Acto seguido, los políticos que salen a la palestra mediática inciden en la misma narrativa sin atender a la objetividad, sino al discurso fácil y maniqueo que ya otros le han escrito, para dar una especie de “soporte institucional” a ese discurso ya en boga en los diferentes platós televisivos. Este proceso puede darse también a la inversa, poniendo de manifiesto que la llamada “opinión pública” no deja de ser opinión publicada por el jefe de la imprenta que acata órdenes de las altas esferas políticas dominantes y sus financiadores.
Lo que hacen para ocultar este hecho es la puesta en escena del mismo discurso con diferentes apariencias para dar una imagen de “pluralidad de opinión”, siendo esta completamente inexistente en los medios de comunicación convencionales para mantener el mismo curso del relato, sin riesgo alguno a que este se desvíe y cree fallas en el mismo —echando abajo el cuento de siempre, adornado o ahogado con las palabras sagradas y huecas de democracia y libertad— para evitar a toda costa la existencia de criterio propio sobre una cuestión tan relevante como un enfrentamiento bélico. Es por este motivo por el cual se contienen para invitar a los medios a personas que chocan frontalmente con la historieta oficial, ¿dónde está la pluralidad de la que tanto presumen las democracias liberales homologadas de mercado pletórico capitalista? En el relato ideológico que rezuman, pero no en la praxis social de sus postulados que, a fin de cuentas, están desacreditados por la falta de libertades a las que nos tienen sometidos.
Por esta razón vi pertinente hacer unas aclaraciones sobre dos conceptos o términos íntimamente entrelazados —cuyo contenido real no se expone con asiduidad en los medios escritos y audiovisuales occidentales— para que se tenga una base para poder comprender con algo más de profundidad los choques que acontecen a escala internacional. Unos choques que han existido a lo largo de la historia y por los cuales se han definido en el mundo las sociedades políticas, siendo identificadas unas con respecto a otras por medio de la guerra —que es la madre de todas las cosas. Por razones evidentes me limitaré a una exposición básica, sin entrar en demasiado en la materia, al ser esta un vastísimo campo en el cual se deben tener en cuenta una pluralidad de subcampos a los que hay que conectar entre sí con nexos de agrupación.
1. Análisis y definición.
Para comenzar, analicemos la composición híbrida del término —que, de por sí, conlleva una explicación evolutiva que requiere de una cierta adaptación por los motivos que a continuación expondremos— para una puesta en escena de la definición. Compuesto por geo —que alude a la tierra— y política —doctrina y ejercicio de gobierno del Estado— tiene relación con la geografía política, pero no son la misma cosa, aunque algunos estudiosos tiendan a confundirlas, otros afirman que su diferencia reside en la perspectiva. Ambas están relacionadas, pero no cumplen la misma función, siendo la geografía política —como subdisciplina de la geografía— aquella que se encarga de resaltar los fenómenos geográficos dentro del ámbito de las divisiones y configuraciones políticas del mundo[1].
La geopolítica —de un Estado, conjunto de Estados dentro de una organización postestatal, un actor subestatal o uno no-estatal— es una herramienta o método de estudio para analizar, comprender y explicar las relaciones existentes entre un territorio y el poder político, representado por el Estado. Es decir, estudia los efectos del tiempo, la geografía humana y física sobre las relaciones entre los Estados que es, indiscutiblemente, dialéctica (tiempo, espacio y poder). Una ciencia del Estado a través de la cual se traduce la realidad nacional e internacional para establecer un ortograma geoestratégico que permita la pervivencia en el tiempo de ese mismo Estado mediante su fortalecimiento, extensión o su defensa. También es la forma de influir en el marco internacional evitando, a su vez, ser influidos por otros actores de diversa índole.
Como subdisciplina de la politología es, asimismo, una materia multidisciplinar, pues precisa de campos como la sociología, relaciones internacionales, economía, geografía, geología, antropología, demografía, filosofía o la Historia para poder desenvolverse tanto en la teoría como en la praxis. Esto quiere decir que la geopolítica —al igual que las Ciencias Políticas— no es una ciencia cerrada, positiva, natural o formal con un campo categorial propio o recinto cerrado desde el cual realiza sus operaciones sin necesidad de salirse del mismo, como lo puede ser la química o las matemáticas, sino que es una ciencia abierta o ciencia social que requiere del uso y la concatenación de otros muchos campos de los que extrae diversos conceptos y los sistematiza, careciendo de esa inmanencia que caracteriza a las ciencias cerradas[2].
El concepto ha ido ampliándose debido a la evolución histórica de los acontecimientos con respecto al Estado y sus nuevas formas de organización, sobre todo en el plano internacional, pero también a causa del avance tecnológico. En otras palabras, la geopolítica no solo está circunscrita a la tierra en la que se asienta un Estado, sino que el prefijo geo alcanza hoy un significado global a consecuencia de la interdependencia de los Estados desde la puesta en marcha del proceso de la globalización en 1991 y por los descubrimientos y avances científico-tecnológicos, sobre todo, con el internet y los intereses y proyectos habidos en el cosmos.
La geoestrategia, como rama de la geopolítica —aunque en origen estuvo vinculada conceptualmente al campo netamente militar— es la puesta en práctica de los planes y programas desplegados por una tesis geopolítica para alcanzar unos ciertos objetivos de vital importancia. El impulso de procedimientos diplomáticos, política de sanciones, arrebatamiento de minerales estratégicos, reconocimiento de territorios como naciones políticas, acciones militares o construcción de bloques económicos o políticos interestatales forman parte de este subcampo. Además, es la praxis de un marco teórico que da fundamento, o se lo arrebata, al análisis geopolítico previamente establecido. Su aplicación tiene multitud de riesgos, pues un mal planteamiento y análisis hecho por el Estado puede llevar a desastrosas consecuencias para con su infraestructura que después repercutirá en su conjunto de ciudadanos y en la relación de este Estado con otros de su entorno. En este aspecto —como todos los referentes a la gobernabilidad de la sociedad política— se puede verificar el grado de razón de la acción política a través de sus resultados. En esta rama es donde se pone a prueba la potencia de una nación política para defender los fundamentos de su despliegue de intereses y, además, su «verdad política» sobre las del resto —inclusive cuando esta nación política pertenezca a una agrupación de Estados, donde también cabe una verdad política conjugada. El coronel Pedro Baños resume el establecimiento de la conexión de ambos conceptos de la siguiente manera:
“Dentro del proceso de establecimiento de las directrices geopolíticas (el «qué»), en primer lugar se deben determinar las necesidades y los intereses del Estado (los para «qué»). De ahí surgirán las estrategias pertinentes, convertidas en geoestrategias, es decir, en los procedimientos, las acciones y los medios requeridos para satisfacer los fines geopolíticos (el «cómo» y el «con qué»).[3]
Como negación aclarativa, no hay política nacional sin geopolítica, pues cuando una política nacional se efectúa sin contemplar el aspecto geopolítico, generalmente suele repercutir negativamente en la nación política desde donde se despliega. Un mínimo movimiento interno de un Estado debe tener en cuenta el impacto que puede tener en el exterior. También hay casos donde la política nacional se desarrolla en función de los intereses de un hegemón al que está supeditada, por lo que dicha política se encauza sin tan siquiera hacer un previo análisis. Este sería el caso, por ejemplo, de España con respecto al binomio EEUU-OTAN o a la Unión Europea.
En definitiva, la geopolítica forma parte del funcionamiento del Estado-nación para establecer sus planes y programas cuya aplicación, por el contexto, desborda los límites territoriales nacionales al pertenecer la nación política a organizaciones internacionales donde deben hacerse prevalecer los intereses nacionales para con el mundo al estar plenamente interconectado en muchos sentidos desde la explosión del fenómeno de la globalización.
(13/06/201). Fuente: https://eldeber.com.bo/opinion/diferencias-entre-geografia-politica-y-geopolitica_235128.
[2] BUENO, Gustavo. “Primer ensayo sobre las categorías de las Ciencias Políticas”, Biblioteca Riojana. 1991, pág. 20.
[3] BAÑOS, Pedro. “Así se domina el mundo. Desvelando las claves del poder mundial”. Ariel, 2017, pág. 15.
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